miércoles, 9 de enero de 2013

El albañil metido a cuentista (a Daniel Moyano)



Música: Call and Response - Philip Aaberg
Texto: Luis J. Refusta


El albañil metido a cuentista. 
Cuento-retrato de un eterno exilio desde el recuerdo 

Yo no estaba preparado para escribir por aquel entonces...

Como la matinal niebla invernal en los valles, que permanece como colgada de los árboles, negándose a irse, Daniel, un albañil y fontanero argentino convertido en cuentista, permanece suspendido por los campos del olvido, desde y para siempre, como castigo a su mera existencia. Su patria era la infancia. Sus recuerdos, la constatación de un exilio sin retorno ni final.

Contaba aquel argentino a quien quería escucharle que en el vientre de su madre oyó el ruido de los sables, que pasó hambre, que su padre asesinó a su madre en un ataque de furia y que tuvo que rodar por las casas de sus tíos.

Que en su infancia jugaba con un niño de familia bien, de nombre Ernesto Guevara (que luego se iría, dejándolo todo, e intercalando el sobrenombre de "Che"), con el que entraba a robar melocotones al jardín de un viejo músico español que les imploraba que se llevaran los frutos pero que no le rompieran el árbol, y que se llamaba Manuel de Falla.

Que como no tenía papeles y resultaba muy caro, no pudo ir a la escuela, y que su televisión era su abuelo, quien se pasaba los largos inviernos leyéndole "El Quijote", "La Divina Comedia", "Don Juan Tenorio"... Que se pasaba horas en la Biblioteca de la Córdoba argentina leyendo a Lugones, Elliot, Chéjov,... y que muy pronto él mismo comenzaría a escribir cuentos.

Que tuvo que raptar a la que sería su mujer. Que pese a no tener filiación política explícita alguna, pero por el mero hecho de escribir sobre la realidad argentina, comenzó a resultar persona incómoda. Que la emisora local en la que se leía un capítulo diario de una de sus novelas fué amenazada con ser volada por la Triple A. Que sin mediar acusación fué secuestrado al día siguiente del golpe del 76. Que sufrió tortura y simulación de fusilamiento. Que pasó más de una semana en una celda de castigo en la que sólo había una rendija, por la que todos los días veía posarse a un pajarito, a la misma hora y en la misma teja. Que sus libros fueron secuestrados de la biblioteca riojana y quemados en el cuartel, lo que consideraba un honor porque habían ido junto con los de Cortazar y Neruda. Que su familia enterró en su huerto un manuscrito para que no lo encontraran los militares golpistas, y que nunca volvió a aparecer. Que sin mediar tampoco explicación alguna fué puesto en libertad y que al saber que volverían a encarcelarlo, tomó sus herramientas de "plomero", su máquina de escribir, y con su familia se montó en el "Cristóforo Colombo" en dirección a España.

Que malvivió trabajando en una fábrica de maquetas para alimentar a su familia y que durante cinco largos años fué incapaz de escribir porque todo lo que se le ocurría era dolor y pesadilla. Que negó el exilio pero que llegó a asumirlo. Que sabía que de ciertos viajes no había regreso, que para él no habría des-exilio.


Que volvió a escribir gracias a una tía Lila que no era tía suya ("Pobre tía Lila con su vestido blanco, tan alta, tan soltera..."), y al obligarse a rehacer desde la nada aquel manuscrito del tigre alado, enterrado y desaparecido en su huerto riojano años atrás. Que desde entonces publicó más obras que fueron ignoradas por la crítica española, aunque premiadas en el exterior.

Que aún regresando físicamente en alguna ocasión a Argentina, en realidad nunca volvió, porque quien vuelve buscando su sombra, en ocasiones ve luces que no hubiera querido recordar.

Cuando nos conocimos en Oviedo me comenzó a contar que desde el vientre de su madre escuchó ruido de sables, que pasó hambre, que...

...Que sus mejores relatos se los había comido un asno que había metido la cabeza por la ventana abierta de su casa en  una tarde de calor (aunque él sabía que yo sabía que ese cuento sí que era un "cuento").

Y yo comprendí entonces que su vida y su obra, su historia, eran en realidad la historia de un exilio sin fin. Que sus personajes solo aspiran a soñar con ser otro. Que siempre escribía la misma historia bajo diferentes apariencias.

Y fueron bastantes las ocasiones en las que pedí a Daniel que me contara un cuento, porque comprobé que los cuentos en su voz tenían aún más valor que los escritos.

Y ahora sé que no me pasé a verle por Ronda de Segovia porque nunca avancé sobre unas cuartillas con algo que yo había comenzado y él había leído, algo sobre lo que siempre me requería de inicio cada vez que nos re-encontrábamos; por no verle el gesto de mohín cuando le decía que no me encontraba preparado, o peor aún, por no reconocerle que aquellas cuartillas, como las de su huerto riojano -aunque éstas por razones bien diferentes- habían desaparecido. Prefería creer que habría en el futuro (fiando a largo plazo) alguna ocasión, a la que llegaría con tiempo para encontrarlas, o al menos poder reescribirlas, y continuarlas. Pero no la hubo. La última llamada sólo confirmaba que su último y más doloroso exilio estaba a punto de comenzar: el del gran viaje del adiós y del olvido.

Y desde entonces, he seguido buscado aquellas cuartillas, con la vana esperanza de que algún día puedan aparecer, aunque en el fondo siempre he creído que no lo harán. Y además, desgraciadamente han pasado ya muchos años como para que la memoria facilite su re-escritura... Sin embargo, al menos ahora podría decirle algo que quizá consiguiera iluminar, aunque fuera por unos instantes, su mirada triste.

Dicen que nadie muere del todo mientras haya quien le mantenga presente, y por esa razón cada noche hago frente a la general indiferencia, cuando al ir a leerle un cuento a la niña en su cama antes de dormir, vuelvo a recordar la mirada triste de aquel fontanero, albañil y músico metido a cuentista, al que me gustaría pedirle una vez más "léenos un cuento, Daniel", para que así Marta, a quien tanto le gustan los cuentos, pudiera disfrutar también de las historias de aquel argentino de flequillo revoltoso.

Todavía no he encontrado aquellas cuartillas, pero al menos he conseguido juntar unas letras para recordar a aquel argentino que desde el vientre de su madre oyó ruido de sables, que pasó hambre, que... Aquel que ahora seguro sonreiría al decirle que ya siento que comienzo a estar preparado.


A Daniel Moyano (1930-1992)




3 comentarios:

  1. Hola, Luis. Daniel era especial, cariñoso y único. Dejó muchos amigos y todos le recordamos. Si la mirada de otros, si habitar cerebro ajeno es también vida, Daniel sigue con nosotros.

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    1. Sin duda sigue http://suenosimaginados.blogspot.com.es/2013/02/esa-mirada-triste-de-daniel-moyano.html

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